La naturaleza, en su infinita sabiduría, nos ofrece todo lo que necesitamos para crear.
Desde tiempos inmemoriales, ha sido una fuente inagotable de inspiración y recursos, especialmente cuando hablamos de los hilos y fibras que obtenemos de sus plantas.
Pienso en el algodón o el lino: plantas que empiezan su vida en la tierra, creciendo bajo el sol, nutriéndose del agua.
Todo un ciclo natural que culmina en algo tan esencial y mágico como los hilos que tejemos con nuestras manos.
El algodón, por ejemplo, nace como una pequeña flor que al abrirse deja ver esas fibras suaves que luego, tras un proceso muy cuidadoso, se convierten en hilo.
Lo mismo pasa con el lino, una planta resistente y elegante que nos regala fibras fuertes y frescas, perfectas para crear piezas que no sólo nos visten, sino que también nos conectan con lo más profundo de la naturaleza.
Al tejer con estas fibras naturales, estamos trabajando con algo que ha recorrido un largo camino antes de llegar a nuestras manos. Convertimos ese hilo en prendas o accesorios que no solo nos acompañan en nuestro día a día, sino que, al estar hechos por nosotras, llevan una parte de nuestra historia, de nuestro arte. Cada punto tejido es una pequeña huella de nuestra creatividad, un legado que puede durar toda la vida.
Es increíble cómo la naturaleza nos permite crear algo tan duradero y significativo con recursos tan simples. Como tejedoras, somos parte de un ciclo mucho mayor, una cadena que empieza con una semilla y termina en una pieza hecha con amor y dedicación. En cada prenda que tejemos, no solo hay hilo, también hay un poco de nosotras mismas.
Y entonces, me pregunto… no es fascinante cómo la naturaleza nos brinda tanto, y cómo, al crear con nuestras manos, también nos volvemos parte de su ciclo perfecto? Qué parte de vos dejas en cada prenda que creas?
magui.